Valentin
Krasnogorov
Visita
de una joven dama
Traducción del ruso: Lana Goncharova
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Lana Goncharova
sig125@hotmail.com
Personajes:
La Esposa
La Visitante
PRÓLOGO
En esta obra las "réplicas al costado" (los
"aparte") son ampliamente utilizadas.
El recurso de los “à part” se utilizó
activamente durante varios siglos en la dramaturgia, pero en el siglo pasado
empezó a considerarse arcaico. Mientras tanto, si le das un significado nuevo y
unas formas nuevas, el “aparte” puede sonar muy moderno, abriendo nuevas
posibilidades para el drama. El subtexto pasa a ser el texto oculto, el diálogo
se convierte en un duelo no solo de palabras, sino también de pensamientos, lo
que obliga a los actores a buscar nuevas formas de existencia escénica.
Living
del departamento de la Esposa. Se notan varias puertas. De los umbrales de las
dos puertas los personajes (y si lo desea el
director de la puesta, los espectadores también) pueden ver el
dormitorio y la cocina. Una de las puertas es la puerta de entrada al
departamento.
La
Esposa está sola, sentada en la mesa tomando té. Suena el timbre. La Esposa,
algo sorprendida por la visita, aparentemente inesperada, sale para abrir la
puerta y deja entrar a la Visitante, una mujer joven vestida de manera
deslumbrante.
LA VISITANTE: Hola.
LA ESPOSA (Perpleja.): Buen día.
LA VISITANTE (Algo avergonzada.):
Disculpe mi intrusión repentina... Espero que no la haya molestado, ¿no?
LA ESPOSA: ¿Y Ud. quien es?
LA VISITANTE: Soy vendedora de seguros.
Estuve recién con este mismo asunto en lo de sus vecinos y pensé: voy a llamar
a otros departamentos también y quizás vaya a conseguir nuevos clientes. Mi
visita es sin compromiso para Ud. Por favor, simplemente escuche mis
propuestas.
La Esposa examina
atentamente a la Visitante en silencio. La Visitante se empieza a sentir
incómoda con esa mirada exhaustiva.
LA VISITANTE: Si este es un mal momento
para Ud, puedo venir otro día.
LA ESPOSA (Después de un silencio
bastante duradero.): No, para nada. Puedo charlar con Ud. ahora mismo.
Pase.
Las mujeres entran
en la habitación. Pausa.
LA VISITANTE (Aparte.): No
esperaba que ella me dejara entrar.
LA ESPOSA: Siéntese por favor. (Aparte.)
¿Cómo tuvo el descaro de venir? (En voz alta.) Entonces, ¿qué es lo que
me quiere ofrecer?
LA VISITANTE (Mirando la habitación,
a su alrededor.): Veo que Ud. tiene un departamento maravilloso. (Aparte.)
El departamento realmente no es malo. Daría lástima dejarlo. (En voz
alta.) ¿Su departamento está asegurado?
LA ESPOSA: No.
LA VISITANTE: ¿Por qué? Es muy arriesgado.
LA ESPOSA: Todavía no habíamos pensado
en esto.
LA VISITANTE: Es un error. Pueden
entrar ladrones al departamento, puede quemarse, lo pueden inundar, o ustedes
pueden inundar a los vecinos de abajo. Uno nunca sabe.
LA ESPOSA: Hasta ahora no paso nada.
LA VISITANTE: (Aparte.) Parece
que no sospecha nada. (En voz alta.) Las desgracias nos acechan en cada
paso que damos y siempre nos caen cuando menos las esperamos.
LA ESPOSA (Muy seriamente.): Es
verdad. Tampoco las esperaba hoy.
LA VISITANTE: Entonces, ¿qué me dice?
LA ESPOSA: Hay desgracias contra las
cuales es imposible asegurarse.
LA VISITANTE: (Aparte.) ¿Qué quiere decir con esto? (En voz alta) El
seguro no salva de la desgracia, pero permite que superarla sea más fácil. Se
puede arreglar el departamento, se puede compensar el daño, se puede recuperar
la salud con un tratamiento costoso.
LA ESPOSA: (Aparte.) Me pregunto
si ella de verdad será una vendedora de seguros o sólo pretende hacerse pasar por una (En voz alta) Supongamos
que nos decidiéramos a contratar el seguro. ¿Cómo se hace?
LA VISITANTE: Para empezar, hay que
elaborar la descripción del departamento y hacer el inventario de los bienes
valiosos.
LA ESPOSA: Entonces, hagámoslo ahora
mismo.
LA VISITANTE: Disculpe, creo que Ud estaba
tomando un té y yo la distraje. Termínelo tranquila. Yo esperaré por ahí al
costado.
LA ESPOSA: ¿Por qué al costado? Tómelo
conmigo.
LA VISITANTE: De verdad, no es
necesario que se moleste...
LA ESPOSA: No es ninguna molestia. Es
´poner una taza más, sólo eso. (Pone en la mesa la taza para el té.)
LA VISITANTE: (Aparte.) No
esperaba semejante golpe de suerte. Evidentemente, ella no se da cuenta de
nada.
LA ESPOSA: (Aparte.) Honestamente,
hay que admitir que ella tiene un aspecto provocativo. Así les gusta a los
hombres. El peinadito, el trajecito, lo tiene todo en orden. La cosa está peor
de lo que suponía. (En voz alta) ¿Lo quiere con miel o con azúcar?
LA VISITANTE: Gracias, no hace falta
nada. En general, tomo sin azúcar.
LA ESPOSA: (Aparte.) Se cuida. Y
lo bien que hace. Lamentablemente, tiene un cuerpo impecable. Además, tiene
cara bonita. Salvo que usa demasiado maquillaje. Generalmente, así se pintan
las mujeres solteras.
LA VISITANTE: (Aparte.) Qué
raro. Él no la llama de otra manera que no sea bruja o monstruo, pero es una
mujer bastante guapa. Aunque ella podría cuidarse mejor. Por otra parte, ahora
está en su casa, no tiene por qué maquillarse tanto. (En voz alta, sacando
la tablet.) Podemos tomar el té mientras nos ocupamos del asunto. ¿Cuántas
habitaciones tiene el departamento?
LA ESPOSA: (Aparte.) Estás
fingiendo. Estoy segura de que ya has estado acá más de una vez. (En voz
alta.) Tres.
LA VISITANTE: ¿Se acuerda de la
superficie de cada habitación?
LA ESPOSA: Claro que no. Pero en algún lado
tengo el plano del departamento. (Saca el plano de uno de los cajones y se
lo da a la Visitante.) Acá está todo.
LA VISITANTE: Muy bien. (Examina el
plano y anota en la tablet.)
LA ESPOSA: (Aparte.) Está
estudiando el plano con tanto detalle como si pensara vivir acá.
LA VISITANTE: (Mirando la
habitación.) Por lo que veo, este es el living. Muy acogedor. Ud tiene
gusto maravilloso.
LA ESPOSA: Gracias.
LA VISITANTE: ¿Puedo echar un vistazo a
otros ambientes?
LA ESPOSA: (Aparte.) Creo que
viniste para eso. Bueno, miralo. (En voz alta.) Sí, por supuesto,
adelante.
LA VISITANTE: (Aparte.) ¿Y ahora
cómo salgo de esta? Por suerte, ni se le ocurre a quién dejó entrar. De lo
contrario, no me hubiera servido el té.
LA ESPOSA (Lleva a la Visitante
hacia la puerta de cocina.): Vamos a empezar por la cocina.
LA VISITANTE: ¿Por qué por la cocina?
¿A Ud. le gusta cocinar?
LA ESPOSA: ¡Por supuesto! Tengo
familia, tengo marido. (Aparte.) Honestamente hablando, no me gusta
cocinar. Pero ella no tiene por qué saberlo. (En voz alta.) Pero no es
solo eso. Soy una persona anticuada y pienso que la cocina no es un simple
lugar para preparar la comida, sino que es el centro de todo el hogar. Acá es
donde la familia pasa sus mejores horas, acá se llevan a cabo nuestras conversaciones
simples, pero íntimas.
LA VISITANTE (Sonriendo.): ¿En
la cocina, no en el dormitorio?
LA ESPOSA (Sonriendo.): En el
dormitorio se llevan a cabo conversaciones de otra clase. ¿Y por qué se detuvo?
Puede pasar, si quiere.
LA VISITANTE: Solo por un momentito. (Entra
en la cocina.)
LA ESPOSA (Aparte.): Ella está
convencida de que la tengo por una simple vendedora de seguros que entró acá
por casualidad. Ella no sabe que los vi juntos.
LA VISITANTE (Volviendo al living.):
Es una cocina muy linda. Amplia, bien equipada. Y muy limpia. Ud. es una
anfitriona maravillosa.
LA ESPOSA: Gracias. (Aparte.) Y
vos, por supuesto, hubieras preferido ver mugre, quilombo y una mujer rústica.
LA VISITANTE: (Aparte.) De las
palabras de él tuve la impresión que ella es una histérica y una desaliñada,
pero resulta ser una mujer bastante inteligente y mantiene bien la casa. Mi
situación está peor de lo que yo creía. (En voz alta.) ¿Y que hay detrás
de aquella puerta?
LA ESPOSA: La habitación de nuestra
hija.
LA VISITANTE: ¿Qué edad tiene?
LA ESPOSA. (Aparte.) Se hace la
que no lo sabe. (En voz alta, con tono de madre amorosa.) Le puedo
mostrar su foto. (Agarra su tablet.) Acá está todo nuestro álbum
familiar. Acá está, mire.
LA VISITANTE: Es un amor.
LA ESPOSA: ¿No quiere asegurar su
salud? La amamos muchísimo. Mi marido lo daría todo por ella. Es su naturaleza,
él es muy hombre de familia. (Aparte.)
No es hombre de familia para nada, y desde que la hija creció y dejó de ser un
juguete divertido, ya no se ocupa más de ella.
LA VISITANTE: (Aparte.) Ella es
demasiado habladora y amable. ¿Acaso sabe quién soy? Pero entonces, ¿por qué no
me echó al toque?
LA ESPOSA: (En voz alta.) Y acá
nuestra hija tiene dos años.
LA VISITANTE: Qué lindo.
LA ESPOSA: Y ya que estamos, acá están
nuestras fotos de la boda. Mire, es nuestro primer beso después del civil.
LA VISITANTE (Con la voz ahogada.):
Qué lindo.
LA ESPOSA: Pasamos nuestra luna de miel
en Italia. (Muestra la foto.) Acá estamos en Nápoles. (Sacando la
tablet al costado.) Pasaron años, pero tengo la sensación que nuestra luna
de miel sigue todavía.
LA VISITANTE: (Aparte.) Ahora
estoy segura de que ella sabe. En caso contrario, ella no me hubiera desplegado
el panorama de su felicidad familiar.
LA ESPOSA: Sin embargo, volvamos al
asunto. ¿Va a asegurar la salud de nuestra hija?
LA VISITANTE: No, me especializo
solamente en inmuebles. Pero si quiere, le puedo recomendar al otro vendedor.
LA ESPOSA: Gracias, no hace falta. (Con
tono casual) Creo que mi marido tiene una vendedora de seguros conocida.
LA VISITANTE: (Aparte.) Es una
insinuación: ella me conoce. ¿Alguien me habrá delatado? Hay bondad en el
mundo, y todos están alegres de meterse y hacer daño. ¿O ella me habrá visto
con él en algún lado? Me pregunto cuando se habrá enterado de mí.
LA ESPOSA: (Aparte.) Me enteré de
vos hace mucho, muchísimo antes de que los viera juntos. ¿Sabes cuándo fue?
Cuando él de repente empezó a demorarse en el trabajo, cuando no sé por qué le
surgieron unas reuniones de negocios y reuniones de trabajo que no había antes,
cuando empezó a aburrirse en casa, cuando él para llamar empezó a salir a otra
pieza, cuando se volvió cortés conmigo de día y frío de noche...
LA VISITANTE: (Aparte.) Me mirás
como si yo fuera lencería en un negocio. Probablemente, te parezco vulgar,
demasiado brillante. Que sea así. Es mejor que ser una ratoncita insignificante
como vos. (En voz alta.) ¿Y Ud. la conoce?
LA ESPOSA: ¿A quién?
LA VISITANTE: A esa... vendedora de
seguros.
LA ESPOSA: Sólo de oídas. (Aparte.)
Y ahora en persona. (En voz alta.) ¿Por qué tendría que conocerla?
LA VISITANTE: (Sonriendo.) ¿A
Ud. no le interesan conocidos de su marido?
LA ESPOSA: Ni en lo más mínimo.
LA VISITANTE: (Aparte.) Tu tono
descuidado en realidad esconde miedo y curiosidad. Ahora te estás haciendo la
eterna pregunta “¿Qué le vio?” (En voz alta, con tono irónico.) ¿Y no
tiene miedo que él pueda sentirse atraído por alguien?
LA ESPOSA: No, no tengo miedo. Pequeñas
diversiones no destruyen sino que fortalecen al matrimonio.
LA VISITANTE: ¿Ud. cree que él no
podría enamorarse en serio?
LA ESPOSA: Sí, puede. Pero el amor va y
viene, y las esposas quedan. (Aparte.) Evidentemente, ella pensaba, que
todo estaba decidido y que mañana él me iba a dejar. Justo.
LA VISITANTE: (Aparte.) Parece
que mis chances son nulas. No lo va a soltar vivo. (En voz alta.) No
siempre las esposas siguen siendo esposas. Según las estadísticas, la mitad de
los matrimonios termina en un divorcio.
LA ESPOSA: (Aparte.) Tiene
razón. Yo misma lo sé: nuestro matrimonio está pendiendo de un hilo. (En voz
alta, sonriendo.) No es el caso nuestro. Quedaremos en la otra mitad.
LA VISITANTE: Y en esa mitad restante,
dos tercios de los matrimonios son infelices.
LA ESPOSA: ¿Ud. piensa eso?
LA VISITANTE: Yo no. Las estadísticas.
LA ESPOSA. Esas estadísticas no me
asustan. Hace quince años que estamos casados.
LA VISITANTE: (Aparte.) Justo lo
suficiente para estar hartos uno del otro. Ya es hora para separarse.
LA ESPOSA: (Aparte.) Creo que se
dio cuenta de que la descubrí y trata de fastidiarme. No lo va a lograr. Me pregunto,
¿qué la trajo hasta acá? ¿Exigir que le diera a mi marido? ¿O simplemente ver
con sus propios ojos la fortaleza del enemigo? Probablemente, mi marido no
quiso traerla acá y ella decidió tantear el terreno por su cuenta. Hay que
chequearlo. (En voz alta.) Y ahora le voy a mostrar nuestro dormitorio. (Aparte.)
Y al mismo tiempo, por su cara me voy a dar cuenta si ya estuvo allí o no. (Abre
la puerta del dormitorio.) Acá, mírelo.
LA VISITANTE: (No puede quitar los
ojos del dormitorio. Sonriendo forzosamente.) Es un dormitorio encantador.
LA ESPOSA: (Aparte.) A juzgar por su sonrisa agria, no estuvo acá. Es un
consuelo, débil, pero consuelo al fin. Si no, hubiera odiado a mi propia cama.
O está fingiendo muy bien. (En voz alta.) Acá tenemos cuadros no del
todo decentes. Allí, arriba de la cama, ¿los ve? No les haga caso, por favor.
Es que mi marido quería que en el dormitorio se sintiera el componente erótico.
LA VISITANTE: (Aparte.)
Evidentemente vos no lo excitas más. Tiene que colgar dibujitos.
LA ESPOSA: Creo que el juego de
dormitorio es italiano. La cama es muy amplia y cómoda. Y muy cara. Anótelo en
su inventario.
LA VISITANTE: Me voy acordar sin
anotarlo. (Aparte.) Ella calculadamente me da un pinchazo tras otro. No
tengo que deschavarme. Hay que sonreír, sonreír todo el tiempo. (Con
sonrisa, en voz alta.) Buenos muebles.
LA ESPOSA: Sí, a nosotros también nos
gustan. Mi esposo los eligió meticulosamente. Quería que el ambiente acá fuera
íntimo y lindo. Ud. misma como mujer entiende que en la vida conyugal el
dormitorio ocupa un rol más que importante.
LA VISITANTE: (En voz alta.) Por
supuesto. Lo entiendo perfectamente. (Aparte.) Otro pinchazo más. (En
voz alta.) ¿En cuánto los estimaría?
LA ESPOSA: No tengo idea, ya que los
compró mi marido. Le voy a preguntar y le aviso a Ud. Ud., por supuesto, me va
a dejar su número de teléfono, ¿no?
LA VISITANTE: (Aparte.) Sos una
perra inteligente y calculadora. (En voz alta, amable.) ¿Para qué
tendría que molestarse Ud.? Yo misma la voy a llamar.
LA ESPOSA: Gracias. ¿Y por qué no toma
el té? Déjeme que le sirva. ¿Ud. quiere más fuerte o no tanto?
LA VISITANTE: Le agradezco, mejor no
tan fuerte. El té fuerte hace mal al sueño.
LA ESPOSA: Hablando de mí, duermo
perfectamente.
LA VISITANTE: (Aparte.) Pero
tenés ojeras, y hay un somnífero tirado en el dormitorio. Y todo eso es porque
dejaste de ser una mujer y te convertiste en una gallina clueca.
LA ESPOSA: (Aparte.) Sí, me volví una gallina clueca porque me convertí en una mujer. Antes yo era o una
niña estúpida o una hembra histérica. Igual que vos ahora. Vos que despreciás a
las gallinas cluecas, ¿acaso no aspirás a tener tu propio nido? ¿No es eso lo
que le repetís una y otra vez en la cama?
LA VISITANTE: (Aparte.) En la cama tenemos otras cosas para hablar ademas de
eso. Con vos él se acuesta para dormir y
conmigo para amar.
LA ESPOSA: (Aparte, con sonrisa burlona.) “Amar”... Él es un hombre.
Simplemente quiere variedad y nada más que eso.
LA VISITANTE: (Agarrando de nuevo el
plano del departamento.) Ya anoté el dormitorio. El living también. Por lo
que veo, ¿tienen un balcón?
LA ESPOSA: Sí. Sale al parque.
LA VISITANTE: Maravillosa vista. (Con
un suspiro.) Tienen un buen departamento.
LA ESPOSA: Sí, es un buen departamento,
pero no fue fácil conseguirlo. Mi marido tuvo que trabajar duro y por mucho
tiempo para comprarlo. Pero ahora está feliz y dice que por nada cambiaría este
departamento por otro.
LA VISITANTE: (Aparte.) Esto ya
no es una insinuación, es un mensaje claro. Lo voy a tomar en cuenta.
LA ESPOSA: (Aparte.) Parece que
nuestra señorita se entristeció. No tuvo en cuenta que es fácil dejar a la
esposa, pero no al departamento...
LA VISITANTE: ¿A nombre de quién está
registrado? ¿Suyo o de su marido?
LA ESPOSA: ¿El departamento? ¿Qué
importa? Tenemos todo en común. ¿Por qué esa pregunta?
LA VISITANTE: La compañía necesita
saber a quién pagar la indemnización en caso de terremoto, inundación,
incendio, robo…
divorcio,
etcétera.
LA ESPOSA: Le digo otra vez: tenemos
todo en común. (Aparte.) Tendría que chequear esta cuestión con un
abogado.
LA VISITANTE: (Aparte.) Ella me quiere
mostrar con toda la fuerza que su casa es su castillo que no se puede destruir
y al que no se puede entrar. ¿Qué es verdad y que no de todo esto? Probablemente
hay más mentira. Si ella estuviera segura en ella misma, hace rato me hubiera
echado, o simplemente no me hubiera
dejado entrar en su casa.
LA ESPOSA: Ud. ni tocó el té. ¿Tal vez
quiera una copa de coñac, entonces?
LA VISITANTE: Gracias, no tomo alcohol.
LA ESPOSA: Lo pongo igual. (Pone en
la mesa la botella y los vasos.) ¿Y qué más se asegura en un departamento
además de los muebles?
LA VISITANTE: Los bienes de valor.
LA ESPOSA: ¿Cuáles, por ejemplo?
LA VISITANTE: Bueno, buenos
televisores, computadoras, tapados de visón...
LA ESPOSA: No tengo un tapado. Pero
tengo lencería muy cara. (Saca lencería del ropero.) Acá, mírelo. Es un
conjunto muy sexy: un bra, cola less y un camisón. Lindo, ¿verdad? Mi marido me
lo trajo de Francia.
LA VISITANTE: Maravillosa lencería. Y
muy cara. (Aparte.) A mí no me trajo nada de Francia. Es un verdadero
hombre: lleva todo a casa y no saca nada de ahí.
LA ESPOSA. De hecho, a mi esposo le
encanta hacer regalos.
LA VISITANTE: (Aparte.) Yo no
diría eso. (En voz alta.) Muchas veces los maridos hacen regalos a las
esposas cuando sienten alguna culpa.
LA ESPOSA: Que sientan lo que quieran
con tal de que regalen. ¿Cuánto podría valer este conjunto?
LA VISITANTE: La lencería se evalúa
sólo si no está usada. ¿Ud. la usó alguna vez?
LA ESPOSA. Por supuesto. Más de una
vez. A mi marido le gusta cuando la uso. Aunque me pide sacarla rápido. Ud.
entiende...
LA VISITANTE: (Aparte.) Ella
simplemente se está burlando de mí.
LA ESPOSA: También tengo algunas joyas.
Un poco de oro, diamantes...
LA VISITANTE: Y, por supuesto, se los
regala su marido
LA ESPOSA: Claro que no lo hacen los
amantes. Sería inútil esperar algo de ellos.
LA VISITANTE: Es verdad.
LA ESPOSA: ¿Vamos a asegurar las joyas
también?
LA VISITANTE: ¿Ud. las usa o las tiene
en la caja fuerte?
LA ESPOSA: Por supuesto que las uso. Mi
marido no me las regaló para que las esconda. Le gusta cuando me veo bien en
público.
LA VISITANTE: Las joyas que se usan no
son asegurables. Veo que Ud. tiene un marido maravilloso.
LA ESPOSA: No me puedo quejar. Y Ud.,
¿está casada?
LA VISITANTE: ¿Yo?… Por supuesto... Se
podría decir que sí.
LA ESPOSA: ¿Pero se podría decir que
no?
LA VISITANTE: Se podría decir que no.
LA ESPOSA: (Aparte.) Que
lástima. Significa que necesita un marido. Propio o ajeno, pero un marido. (En
voz alta.) Entonces, ¿“sí” o “no”?
LA VISITANTE: Tengo una pareja. Igual
que un marido.
LA ESPOSA: ¿Le da igual si es su marido
o ajeno?
LA VISITANTE: Sería más correcto decir
por ahora que es nuestro en común.
LA ESPOSA: ¿En común con quién?
LA VISITANTE: Con su esposa.
LA ESPOSA: Es muy complicado.
LA VISITANTE: La vida en general es muy
complicada.
LA ESPOSA.: Ya que no toma el té voy a
sacar las tazas, mientras Ud. anota.
LA VISITANTE: Sí, por supuesto. (Aparte.)
Mira vos, es la esposa legal. Qué motivo para estar orgullosa. Si yo
hubiese querido, hace rato estaría casada con alguien.
LA ESPOSA: (Aparte.) Y yo hace
rato que podría haber sido amante de alguien. Llegaría a las citas libre de
preocupaciones cotidianas, cariñosa, pasional, un poco misteriosa, igual que
vos ahora, y me hubiera imaginado que soy mejor que su esposa.
LA VISITANTE: (Aparte.) Podes
decir lo que quieras, pero vos sos su vida diaria y yo soy su fiesta.
LA ESPOSA: (Aparte.) Simplemente
me tenés envidia. Al fin de cuentas, ¿qué tenés en común con él? Sólo la cama.
Es muy poco, y vos misma lo sabes. Son quince minutos por semana. Por más que
esto sea una fiesta. Pero el hombre vive la vida diaria. También existen el
trabajo, las costumbres diarias, el departamento, los hijos, los parientes, la
plata, cosas, planes, futuro, pasado. Y todo esto lo tengo en común con él. Vos
con él no tenés nada.
LA VISITANTE: (Aparte.) Te faltó
nombrar “cadenas en común, carga en común, el comedero en común”.
LA ESPOSA: (Aparte.) La carga en
común une también. Y vos sos su diversión, no su fiesta. La amante no es una
cena con velas en un restaurant, sino un sexo escaso a los apurones en
departamentos ajenos o en telos baratos por hora.
LA VISITANTE: (Aparte.) Nuestros
encuentros serán escasos, pero nos dan más felicidad todavía.
LA ESPOSA: (Aparte.) La
felicidad envenenada no es felicidad. Tampoco lo es la felicidad construida
sobre una mentira. Y tampoco lo es la felicidad construida sobre la desgracia
ajena.
LA VISITANTE: (Aparte.) Evidentemente,
para vos la felicidad es vivir con el marido que no te ama. Me das lástima.
LA
ESPOSA: (Aparte.) Mejor tenete lástima a vos misma. ¿Él está feliz con vos? ¿Feliz? ¿Y vos estás
feliz? No te mientas a vos misma. No sos vos la que lleva su apellido, no son
tus hijos los que le dicen “papá”. Y es nuestra casa la que visitan sus amigos.
No la tuya.
LA VISITANTE: (Aparte.) Aunque ya hace mucho
tiempo que salimos, de repente me di cuenta que no sé nada de él. Me tocan 2 o
3 horas semanales con él, y el resto del tiempo vive sin mí, y esa vida está
cerrada para mí.
LA ESPOSA: (Aparte.) Y no necesita ponerse
nervioso si lo agarro del brazo, o echar un vistazo al reloj cuando está
conmigo en la cama, o mirar alrededor con miedo cuando camina conmigo por la
calle.
LA VISITANTE: (Aparte.) Vos caminas con él por
la calle, es verdad, pero mientras tanto él piensa en mí.
LA ESPOSA: (Aparte.) Estoy segura de que lo hartaste a él y no te
deja sólo por lástima. Porque es un hombre decente.
LA VISITANTE: (Aparte.) Estoy
segura de que lo hartaste a él y no te deja solo por lástima. Porque es un
hombre decente.
LA ESPOSA: (En voz alta.)
Disculpe, me puse a pensar por un momento. Por más que se niegue, igualmente le
voy a servir un poco de coñac. (Sirve coñac en las copas.)
LA VISITANTE: (Aparte.) Se está
comportando con mucha seguridad... Él me ama, no hay dudas de eso. Pero a ella
también la ama. O quizás, no a ella, sino a la casa, lo cotidiano, las
costumbres. Acá él se siente aburrido, pero cómodo. No, él jamás la va a dejar.
No tengo nada que esperar. (En voz alta.) En verdad, creo que voy a
tomar. (Toma coñac. La Esposa no toca su vaso.) ¿Y Ud. por qué no toma?
LA ESPOSA: Con gusto tomaría con Ud.,
pero no puedo.
LA VISITANTE: ¿Por qué?
LA ESPOSA: Estoy embarazada.
LA VISITANTE: (Aparte.) ¿Qué
mierda?
LA ESPOSA: (Aparte.) Se puso
pálida.
LA VISITANTE: (Aparte.) Por
supuesto que está mintiendo. Por otra parte, quién sabe...(En voz alta.)
Felicitaciones. Y qué esperan, ¿nene o nena?
LA ESPOSA: No lo sabemos todavía. Mi
marido quiere tener un hijo. Mucho. Dijo que no se iba a parar hasta que no
tengamos un nene.
LA VISITANTE: (Apretando los
dientes.) Esperemos que no pare.
LA ESPOSA: (Sonriendo ampliamente.)
Yo también espero lo mismo.
LA VISITANTE: (Aparte.) Yo me
alegraba de que me dejó entrar al departamento tan fácil y ahora entiendo que
lo hizo para humillarme.
LA ESPOSA: (Aparte.) Que aprenda
cómo aparecer en la casa de la esposa legítima. (En voz alta.) ¿Otra
copita más?
LA VISITANTE: Podría ser. Y más de una.
(Toma una tras otra dos copas.)
LA ESPOSA: (Aparte.) ¿Tal vez es
alcohólica, además?
LA VISITANTE: (Aparte.) Ella
simplemente me está usando de felpudo. Me chamuya sobre el amor de su esposo,
aunque sabe perfectamente que me acuesto con él. Se aprovecha de que no me
puedo oponer. ¿Y si le vuelco todo abiertamente con lujo de detalles? Tendría
mucho para contarle. Veremos cómo va a sonreír entonces.
LA ESPOSA: (Aparte.) No hay que
enfurecerla. Si no, se va a descontrolar y me va a hacer un escándalo, y le va
a dar un ultimátum a mi marido: o ella, o yo. Y no se sabe cómo termina todo
eso. (En voz alta.) Creo que voy a sacar el coñac. Ud. está trabajando.
LA VISITANTE: Sí, por supuesto. (Vaciando
rápidamente la copa, que tenía en las manos, y devolviéndola sin ganas.
Aparte.) Tengo que controlarme, sino no se sabe cómo puede terminar todo
esto.
LA ESPOSA: (Aparte.)
Mientras nada esté dicho en voz alta, no pasó nada. Estamos hablando del seguro
del departamento y nada más. Lo principal es no empezar a enfrentarla y no
permitir que ella lo haga. Si no, me estoy arriesgando a perderlo todo.
LA VISITANTE: (Aparte.) Lo
principal es no empezar a enfrentarla y no permitir que ella lo haga. Si no, me
estoy arriesgando a perderlo todo.
LA ESPOSA: (Aparte.)
Sería mejor sacarla antes de que se estalle todo. (En voz
alta.) Tal vez ahora que Ud. lo miró todo, podríamos asegurar el
departamento ahora mismo.
LA VISITANTE: ¿Y Ud. puede pagar ahora
mismo?
LA ESPOSA:
¿Por qué no? Dentro de poco viene mi marido, hablaremos con él de sus
condiciones y él le va a pagar.
LA
VISITANTE: (Nerviosa.) ¿Su marido? ¿Acaso no debería estar en el trabajo
a esta hora?
LA ESPOSA:
¿Por qué Ud. piensa eso? ¿Acaso sabe donde trabaja?
LA
VISITANTE: No, pero... (Cierra la tablet.) Lamentablemente, ahora estoy
apurada. Y esto no se hace tan rápido. Tengo que hacer el inventario con toda
formalidad, hacer el presupuesto... Además, no tengo conmigo los formularios de
la póliza.
LA ESPOSA: (Aparte.)
Lo que yo pensaba. (En voz alta.) Qué lástima.
LA VISITANTE: Los voy a visitar de
nuevo, sin falta. (Aparte.) Entonces, ahora él va a volver de nuevo a su
jaula, va a sufrir acá y pensar en mí. ¡Qué lástima! Él y yo lo hubiéramos
tenido todo de otra manera.
LA ESPOSA: (Aparte.)
¿“De otra manera”? Todo hubiera sido igual o peor. Estás
equivocada si pensás que la amante es siempre poesía, y la esposa es prosa.
Pero por más que fuera así, ¿sabés lo rápido que la poesía se convierte en
prosa? El matrimonio no puede estallar de pasiones. No va a durar mucho así.
Matrimonio pasional es algo anormal.
LA VISITANTE: (Metiendo la tablet en
su cartera.) Creo que me voy. (Aparte.) Honestamente, tenes razón:
te tengo envidia. Con vos él divide lo malo y lo bueno, y conmigo simplemente
se divierte afuera. Y no tengo porque enojarme con vos. Más bien yo tengo la culpa delante tuyo.
LA ESPOSA: (Aparte.) Yo
realmente te tengo envidia. Él vive conmigo, pero te ama a vos. Y quizás, yo
misma tengo la culpa. No estoy enojada con vos. ¿Por qué debería enojarme con
vos?
LA
VISITANTE: (Aparte.) Y él de ningún
modo puede hacer la elección. Parece que, simplemente, una sola de nosotras no
le alcanza para estar feliz. Lo más sensato para mí, ¿no sería, quizás, seguir
siendo la mitad de su felicidad?
LA
ESPOSA: (Aparte.) Parece que,
simplemente, una sola de nosotras no le alcanza para estar feliz. Lo más
sensato para mí, ¿no sería, quizás, seguir siendo la mitad de su felicidad? Pero
no vamos a darnos la mano una a la otra.
(En voz alta.) Adiós.
LA VISITANTE: (Aparte.) No estoy
enojada con vos. Pero no vamos a darnos la mano una a la otra. (En voz
alta.) Adiós.
FIN